Capítulo 5. La Esfera

Diario personal del comandante León Mejía Navarro.
Fecha estelar 50894.02

Enchiladas de carne gratinadas con queso. En aquel momento, cualquier otro líder de la Flota hubiera estado sopesando ya las distintas opciones y estrategias disponibles pero yo, de pronto, empecé a oler las enchiladas de mi tía Marta, picantes hasta hacerte llorar y sabrosas como un manjar de reyes. Es asombrosa la capacidad que le ha dado Dios al ser humano para recordar olores, sabores o imágenes, en situaciones que se desarrollan en las antípodas de lo que en realidad se le viene a uno a la mente. Asombrosa e inútil, en tanto que me distrajo, durante un eterno medio segundo, de la inminente amenaza que rodeaba a la Normandy: dos flotas enfrentadas, Dominio y Borg, contra las que no teníamos absolutamente nada que hacer. Medio segundo que, afortunadamente, aprovechó el capitán Harris para adelantarse a mi orden de acción evasiva y darla él. Cabe mencionar que la D'Deridex, a pesar de ser una imponente nave romulana, tomó el mismo curso de acción que nosotros, por lo que no parecía una decisión desacertada. La última vez que estuve cerca de los Borg fue en la batalla de Wolf 359 (la llamamos batalla, porque la historiografía moderna creyó que sería mejor que el evento pasara la posteridad, como aquel momento en que nos defendimos de una potencia superior pero, los que estuvimos allí y vivimos para contarlo, preferimos llamarla “la carnicería de Wolf 359”) y allí aprendí que lo mejor era poner tierra, o espacio, de por medio.

En ese mismo momento el HME se puso en contacto con el puente para informar, con su característico dominio de la metáfora florida, de que nuestro invitado, el señor Crusher, se había despertado del coma y andaba completamente desorientado, balbuceando incoherencias. De modo que, mientras Harris se quedaba en el puente gestionando nuestra huida a ninguna parte, yo me dirigiría a la enfermería a tratar con el ex-oficial, al que solo conocía por las chanzas del comandante Riker, ya que posiblemente era nuestra única baza para entender todo lo que estaba sucediendo. Entre tanto, sendos cruceros de batalla del Dominio se pegaron a rebufo de la nave de Lovok y la nuestra. Uno de ellos abrió comunicación con la Normandy, instándonos a rendir la nave. No discutiré la capacidad ofensiva de estos pendejos, pero creo que su capacidad estratégica se ha visto seriamente mermada, desde que se creen superiores al resto de seres del universo y menosprecian las amenazas que tienen delante de sus narices. Esto también lo supo ver y aprovechar en nuestro beneficio el capitán, que prefirió quedar como un cobarde e indicar al Vorta que capitaneaba la nave, dónde encontrar un digno enemigo. Al fin y al cabo, como decía mi tata, “allá donde abundan valientes, abundan cementerios”. Por su parte, Lovok y su nuevo fan del Dominio, no parecieron entender esto y se enzarzaron en combate. “De poca madre -pensé-, que se maten esos hijos de la gran chingada”. 

Al llegar a la enfermería me encontré a un Crusher visiblemente alterado. Su imagen distaba mucho de la de aquel alférez resabidillo que me describía Will, que se colaba en el puente del Enterprise y que daba más de un dolor de cabeza a Picard. Nuestro Crusher, en cambio, tenía los ojos abiertos como platos y no paraba de gritar “no, no lo hagáis, no pidáis nada a Ovu”. En ese mismo momento se presentó también en la enfermería la teniente Shibli, quien traía cara de enojada o, más bien, de asustada, como si hubiera visto un fantasma. No necesitaba ser médico, ni dejar que mi subconsciente empatizara con ella, para darme cuenta de que la presencia de los Borg la estaba alterando. Aún así el HME corroboró mi diagnóstico, de modo que mantuve una distancia prudencial con ella no fuera que, de pronto, se le olvidaran sus compromisos con la Flota y saliera el borg que lleva dentro.

Tras calmar a Crusher, que empezó a entrar en razón al percatarse de los galones en mi cuello, le pedí que nos informara de sus conocimientos sobre nuestro party manager particular, Ovu. Y, lo primero de todo, confirmó mis reticencias a utilizar alegremente la buena disposición de Ovu para conceder deseos, como si fuera el genio de la lámpara de Aladino. Es más, al igual que éste, tenía la manía de conceder las “necesidades” de una forma letalmente retorcida. Le sugerí ir al puente a informar al capitán, cosa que aceptó con premura. Tanta como la que tienen los niños preguntando a sus padres de forma insistente cuándo llegarán a su destino. “No manches wey -le tuve que decir exasperado-, estamos yendo al puente, ¿no lo ves?”. Justo antes de llegar a nuestro destino, me consta que Lovok se puso en contacto con nosotros y nos sugirió aliarnos contra el crucero Vorta con el que estaba enfrascado, a lo que Harris le contestó con lo que mis antepasados llamaban “a tomar viento fresco”. Al fin y al cabo estamos aquí y en esta situación por su culpa y no estábamos en condiciones de presentar batalla contra nadie.

Al llegar ante el capitán Crusher repitió, con la misma insistencia que en la enfermería, que no pidiéramos nada a Ovu. Creo que vi caer una gota de sudor por la frente de Harris en ese momento, cuando ambos centramos nuestra atención en el señor Seluk (me avergüenzo de ello, pero no pude evitar sentir en mi capitán la misma punzada de preocupación que sentía yo). Y es que no hacía ni veinte minutos que nuestro querido ingeniero, en un arranque de lógica vulcana bienintencionada, pensó que lo más idóneo era pedirle a Ovu un método para viajar entre galaxias… y lo habíamos dejado en medio de la zona de combate, con un lacito. Conminamos a Crusher a continuar la conversación más tranquilamente en el ready room. Pero antes había que prevenir otra crisis.

Mientras esto sucedía, el HME se materializó en el puente y volvió a examinar a Shibli, que nos había acompañado. Las voces borg en su cabeza iban en aumento, por lo que se le ordenó al teniente Berg que le pusiera una escolta y la confinara en sus aposentos para evitar males mayores. Pero, sorprendentemente, fue el teniente comandante Masaki quien se ofreció a escoltarla en persona. Parece que sienten gran afinidad el uno por el otro. No me meteré en ello.

Continuando con el señor Crusher y después de dejar al mando del puente al teniente Berg, en la posterior y un poco más relajada conversación en el ready room, pudimos conocer un poco más acerca del origen del cilindro borg que nos trajo aquí y que desencadenó todos estos desafortunados acontecimientos. Este cilindro fue localizado hace tiempo, en el cuadrante gamma, por la nave del dominio que nos encontramos al llegar aquí. Resulta que los restos orgánicos que detectó en este cilindro la teniente Shibli, podrían pertenecer nada menos a que a la materia cerebral de un compañero de Crusher, al que llama “el viajero”, un miembro de una muy poco conocida comunidad originaria de Tau Alpha C, con unos conocimientos muy avanzados sobre el viaje espacial. La razón de ello es que Crusher pidió a Ovu salvarle la vida, por cuestiones que ahora no vienen al caso, y como consecuencia, en su retorcida forma de “conceder” las cosas, puso el cerebro del viajero en el cilindro. Al decirle que nosotros tenemos un cilindro igual y que necesitamos de su ayuda para poder volver a casa, Crusher quiso ponerse a trabajar con Shibli, contra el criterio del capitán. Pero nuestra situación no nos permitía pasar de puntillas. Había que arriesgarse, por lo que le acompañó al camarote de la teniente (debo seguir insistiéndole al capitán en que su deber es dejar a alguien al mando cuando abandona el puente… así que ya me quedé yo).

El teniente Berg me informó de que la situación del combate no pintaba bien para las naves del Dominio. En su ¿estrategia? de querer enfrentarse con todo y contra todos, dejaron muy debilitadas las posiciones de los seis cruceros que quedaron haciendo frente a los Borg en primera instancia. Situación táctica que el colectivo no desaprovechó, diezmando la flota del Dominio antes de que se reagruparan con el crucero que nos perseguía y con la nave restante a punto de ser destruida por los romulanos. Mirase a donde mirase, solo veía enemigos extremadamente poderosos a nuestro alrededor. Me sentía como una mosca en medio de una estampida de búfalos. Así que ordené al teniente Berg, con la ayuda del teniente Seluk, que lanzase una sonda con vuelo errático entre los restos de las innumerables naves destruidas que orbitaban Ovu, con una firma energética que emulase a la Normandy mientras nosotros nos ocultábamos, con la energía al mínimo, en otro punto de esos mismo restos. El señuelo parece que tuvo éxito, al menos con la nave de Lovok que, tras sobrevivir al combate, nos preguntó por nuestras intenciones y por qué nos movíamos por los restos con ese vuelo errático. Pregunta a la que decidí no contestar. Bastantes problemas nos habían traído ya. El problema eran los  Borg que, mientras ejecutábamos esta maniobra de camuflaje, terminaron con lo que quedaba de las naves del Dominio, que solo consiguieron llevarse por delante a uno de los dos cubos. Nada mal, pero insuficiente.

Mientras el capitán juntaba al señor Crusher con Shibli, el teniente Berg me informó, no sin cierto horror, de que el cubo restante había establecido comunicación con Ovu. Gracias a Seluk pudimos descifrar dicha comunicación sin desvelar nuestra posición y escuchamos que los Borg, intentando analizar y asimilar a Ovu, le pidieron que finalizara todas las tareas en curso. En ese mismo momento, Ovu envió una ingente cantidad de histórico de datos con una profundidad de cientos de millones años que, de no ser por la rápida actuación de Seluk, por poco tumba los sistemas informáticos de la Normandy. Sin duda algo de mucho interés para la Federación, si es que conseguimos regresar, pero entre tanta información, los sistemas saltaron con dos alertas sobre palabras clave recibidas: USS Destiny y, ¡V’ger! ¡La mítica Voyager VI lanzada por la NASA, encontrada por Kirk hace cien años, que por poco destruye la Tierra! Santo Dios, protege nuestras almas. ¿Contra qué nos estamos enfrentando?

Pero, por si creíamos que la cosa había finalizado, escuchamos también, en la misma comunicación, que los Borg hacían una petición a Ovu que nos dejaría helados: una herramienta para “poder subyugar a la Federación de una vez por todas”. Automáticamente, y frente a ellos, Ovu empezó a fabricar una especie de nave esférica, con rasgos de tecnología borg. Ante la urgencia de la situación, el señor Crusher nos comentó por el intercomunicador, que la única forma que habían encontrado de detener a Ovu, al menos de forma temporal, era ordenarle algo de mayor envergadura que la tarea que estuviese realizando en ese momento. El teniente Seluk se ofreció, como telépata que había recibido el mensaje de Ovu en su mente (al igual que yo), a hacer dicha petición. Y esta fue mi sugerencia, que ya se habían planteado todos en algún momento: ordenar a Ovu que se autodestruyera. Sin embargo, y en honor a esa tendencia a tergiversar la peticiones que recibía, Ovu preguntó a Seluk si él era su creador, como para tener el derecho de dar tal orden. Quizá fue la imperturbable y disciplinada mente del vulcano la que le convenció, pero lo que iba a ser destruirse a sí mismo, se convirtió en tan solo una detención absoluta de toda su actividad y un volcado brutal de información en la mente de nuestro ingeniero que cayó inconsciente. Por desgracia, era demasiado tarde: la esfera estaba prácticamente acabada. Los Borg la recogieron, se abrió una brecha transwarp frente a ellos y entraron.

Poco podíamos hacer una clase nova contra un cubo borg, pero nuestro deber nos impelía a trazar rumbo de persecución. Entramos en la brecha por los pelos, tras ejecutar un microsalto warp, y la D’Derinax hizo lo propio detrás de nosotros. La tecnología Borg es apabullante como poco. Al otro lado de la brecha estába el espacio de la Federación y el cubo borg puso rumbo directo al sector 001. Nos dio tiempo a mandar un mesanje de prioridad 1 al almirantazgo de la Flota, avisando del inminente ataque del cubo a la Tierra. Y mientras tanto, a nosotros nos tocó lidiar con Lovok, quien quiso “devolvernos” la jugada de no ayudarles con el crucero del Dominio y decidió retornar por la brecha para hacerse con la tecnología de Ovu. Estaba claro que la Federación se encontraba con una amenaza sin precedentes que los romulanos tenían pensado aprovechar. No podíamos permitirlo y dos torpedos cuánticos, con la ayuda de una batería de fásers, firmaron el destino de un desprevenido Lovok.

Pusimos rumbo a la Tierra, para ayudar en lo posible en la defensa de nuestro hogar. Pero, por el camino, aprovechamos el poco tiempo disponible para trazar una línea estratégica a seguir, con la que intentar poner remedio a todo lo sucedido. Llegamos a la conclusión de que, puesto que el cilindro tiene la capacidad de viajar en el tiempo, habida cuenta de las partículas cronométricas que detectó la teniente Shibli, la mejor solución que podíamos proporcionar, era intentar viajar al pasado e impedir que todos estos desgraciados acontecimientos sucedieran. Shibli y yo mantuvimos una acalorada discusión acerca del punto concreto al que deberíamos ir. Pero, como veríamos al llegar a la Tierra, no tendríamos mucho margen de decisión sobre este asunto.

Los Borg habían desplegado la esfera.

El Enterprise la perseguía.

La esfera abrió una singularidad espacio-temporal frente a ella y absorbió ambas naves.

Todo a nuestro alrededor cambió de pronto. La Tierra con nueve mil millones de borgs y dieciséis cubos rodeándonos. Entramos en la singularidad tras la esfera y el Enterprise, a donde fuera que nos llevara.

Echo de menos las enchiladas de mi tía Marta y aquellos buenos y sencillos tiempos. 


Comentarios